Arnold Bennett, retrato de William Rothenstein |
Arnold Bennett (1867-1931) fue un hombre de orígenes humildes, "hecho a sí mismo", epítome de los valores eduardianos de laboriosidad, tenacidad y afán de mejora. (No señores, no todos los valores de esa era están caducos; sin ir más lejos, esta ética de la superación, del enriquecimiento moral, nos haría mucha falta hoy.) Además de ser un prolífico autor de novelas, relatos, obras teatrales e incluso una ópera, escribió innumerables artículos y opúsculos que tenían como finalidad la "educación del hombre común": sí, aspiraba a mejorar las vidas de sus semejantes. Uno de los mejores ejemplos lo encontramos en su encantador librito Cómo vivir con 24 horas al día, cuya lectura recomiendo (además, es de las pocas obras de Bennett que están disponibles en español hoy). Escribió asimismo un breve tratado con el maravilloso título de Literary Taste: How to form it, with detailed instructions for collecting a complete library of English Literature. [El gusto literario: cómo formarlo, con instrucciones detalladas para coleccionar una biblioteca completa de literatura inglesa]. Ciertamente, Bennett -fiel a lo que promete en el título- da una lista completa (exactamente 335 títulos) de cuáles podrían ser esos volúmenes, incluyendo no sólo los datos de la edición, sino incluso ¡el precio! Cuestión de demostrar que, con una inversión modesta, era posible hacerse con una completísima biblioteca. Pero, más allá de esta anécdota, lo que me ha fascinado de este texto es la gran pasión que rezuman sus páginas por la literatura y, en concreto, por los clásicos. Décadas antes de que Calvino publicase su archiconocido Por qué leer los clásicos, Arnold Bennett ya había dado todas las razones de peso para hacerlo. Empezando por la que para mí es fundamental, y que él enuncia nada más comenzar: "La literatura, lejos de ser un accesorio, es el sine qua non fundamental de una vida completa". ¿Qué es lo que le ha llevado a escribir su tratado? Nada menos que su afán de iniciar en los goces de la literatura a aquellos que aún no los han descubierto:
Lo que más molesta a la
gente que conoce la verdadera función de la literatura, y que se han
beneficiado de ella, es el espectáculo de tantos miles de individuos que van por
ahí creyendo que están vivos cuando, de hecho, no se hallan más cerca de estar
vivos de lo que lo está un oso en invierno.
Sólo la literatura nos hace vivir plenamente.
¿Algún bibliómano se lo discutiría? Y dentro de la literatura, Bennett
reivindica ante todo el placer de leer a los clásicos. No para "mejorarse a uno
mismo", no por afán didáctico -que, como apunta, es precisamente lo que aleja a
la gente de ellos-, sino para disfrutarlos. Para ello, reconoce, es necesario
cierto entrenamiento. Pero el entrenamiento que recomienda Bennett no es el que
se imparte en los aburridos cursos escolares. Nada de eso. De entrada,
recomienda no preocuparse de "la literatura en abstracto, de las teorías sobre
la literatura. Ve a por ella. Agarra la literatura por el cuello como un perro
agarra un hueso (...) No importa por dónde empieces. Empieza donde más te
apetezca. La literatura es un todo". Todo este breve, pero enjundioso, librito
esta lleno de frases que cualquier apasionado de los libros grabaría con gusto
en piedra:
No existes para honrar a
la literatura convirtiéndote en una enciclopedia literaria. La literatura existe
para servirte a ti.
La literatura tiene desde luego una función menor, la de hacernos pasar el tiempo de manera agradable e inocua, proporcionándonos un leve placer pasajero. Grandes multitudes de personas (entre las cuales se encuentra más de un lector habitual) emplean únicamente esta función menor; su actitud implica que la clasifican entre el golf, el bridge o los soporíferos. (...) Pero tú no eres de esos que leen sólo porque el reloj marca las nueve y uno no se va a la cama antes de las once. Estás animado por un auténtico deseo de sacar de la literatura todo lo que ésta pueda darte.
En resumen, un tratado lleno de amor por los
libros y sensatas recomendaciones para disfrutar de ellos, todo ello revestido
de la habitual bonhommie de este autor y de singulares ramalazos de
humor. Un texto que a mí me inspira admiración y ternura a partes iguales. Como
el propio Bennett, por otra parte.
[Esta entrada constituye mi aportación a la Arnold Bennett
Bloggers Assembly, un encuentro bloguero dedicado a rememorar la figura de
este autor británico. Encontrarán más información al respecto en la página
dedicada a esta iniciativa.]
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