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La comedia disparatada de Arnold Bennett, por El buscador de Tusitalas







El mismo Borges explicaba que cuando su abuela era ya muy mayor y sentía el comentario de que ya no existían escritores como Dickens y Thackeray, ella contestaba: “Sin embargo yo prefiero a Arnold Bennett, Gals Worthy y Wells”, de lo que se podría deducir que la inclusión de esta obra por parte de Borges entre sus libros preferidos se debiera en parte a motivos emocionales, pues se sabe que la abuela paterna del porteño, Frances Anne Haslam, vivía cercana al lugar donde Bennett situaba la mayoría de sus obras y la influencia que ejerció con sus lecturas sobre Borges fue decisiva en su formación tan anglófila. Siendo una de sus obras menores, Enterrado en vida (Buried Alive, 1908) de Enoch Arnold Bennett fue elegida por Jorge Luis Borges para formar parte de su mítica colección “Biblioteca personal”. Esto, para muchos de nosotros, constituye una llamada de atención sobre un texto que no debería pasar desapercibido; pero además, nos advertía en el prólogo de las muchas felicidades y sorpresas que nos esperaban con su lectura.

He de confesar mi total ignorancia sobre este autor hasta hace poco, entre otras cosas porque ha sido ninguneado y maltratado por la elite cultural tras su muerte y porque en el panorama editorial español sus libros son bastante escasos. Pero mi experiencia lectora me ha demostrado que algunos de los mejores descubrimientos literarios han llegado por vías no oficiales y ajenas al mercado imperante. Enterrado en vida es un buen ejemplo de la divertida comedia de enredos de aire costumbrista sin  pretensiones que algunos autores practicaban y que sacaba de sus casillas a otros. Ciertamente, mientras leía la obra de Bennett, me venían a la mente escenas de las “screwball comedy” americanas de los años 30-40, pues esta obra comparte muchas características de aquellas locas comedias del Hollywood clásico. De hecho, no entiendo como un argumento tan redondo no tuvo mayor fortuna cinematográfica, pues se rodaron dos versiones bastante anodinas: His double life,1933 y Holy matrimony,1943. Esta historia en manos de Howard Hawks, Gregory La Cava o Mitchell Leisen hubiera podido ser una obra maestra de la comedia.

Enterrado en vida pone en marcha su prodigiosa maquinaria argumental sin forzar el tono humorístico; incluso parece que el autor tan solo nos está ofreciendo una pintura costumbrista de la época. Pero las pinceladas de humor van apareciendo como auténticos dardos de pura acidez desde el mismo inicio:

“Era comprensiva porque quería comprender; y cuando no podía comprender, se engañaba a sí misma diciéndose que comprendía: lo que viene a ser lo mismo”

“Ningún hombre tiene en Inglaterra un honor más grande. Priam Farll fue el primer pintor inglés que gozó de esta recompensa social suprema. Y ahora estaba metido dentro de la bata de color pulga”

En esta aventura de lo cotidiano, el antihéroe es un famoso pintor de nombre Priam Farll que tan solo pretende dedicarse a su obra y que debido a su timidez desea alejarse de cualquier contacto social. En un principio, su criado es el único nexo con el mundo pero, la muerte repentina de este desencadena un continuo de equívocos y absurdos que parecen no tener fin. Bennett, entre precisas descripciones y brillantes diálogos, nos recuerda que nadie puede escapar a esa necesidad que tiene la sociedad de hurgar en la vida de personajes de renombre. Y es que, incluso en nuestra época donde la efímera fama tiene tanto valor, la necesidad de ocultar el personaje y mostrar solo la obra es vista como una extravagancia que nuestra curiosidad malsana derriba con suma facilidad. Por contra, para el protagonista lo extraño viene representado por la realidad cotidiana.

Y la obra avanza desbocada, hasta convertir toda la historia de Priam Farll en un asunto nacional donde unos lunares en el cuello cobran una importancia esencial. No hay lógica aparente, pero todo encaja y esa es la enorme virtud que se da entre los grandes comediógrafos. Y es que Bennett se ríe incluso cuando inicia el clímax:

“La cosa comenzó en el instante en que Alice hundía el tenedor de mango largo en una rebanada de pan. Se oyó un golpe en la puerta de la calle, un golpe estruendoso y resonante, el golpe del destino, tal vez, pero el destino disfrazado de cargador de carbón”.




A los pocos años de aparecer la novela, el mismo Bennett adaptó el texto como obra teatral con el título de The great adventure. Después de las dos versiones cinematográficas, el célebre guionista Nunnally Johnson se encargó de escribir el libreto para un musical que llegaría a estrenarse con poco éxito en las carteleras de Broadway. Vincent Price y Patricia Routledge se encargaron de los papeles principales en esta obra que pasaría a llamarse Darling of the day –tras haberse conocido en los ensayos como The great adventure e incluso estrenarse en Boston como Murried Alive-. Un premio Tony para la actriz y unas escasas 32 representaciones, más la posibilidad de ver cantar a Vincent Price, fueron sus únicas credenciales.


Este texto forma parte del homenaje bloguero a Enoch Arnold Bennett concentrado en la página Arnold Bennett Bloggers Assembly.


http://elbuscadordetusitalas.blogspot.com.es/

Duelo de gigantes: Bennett vs. Woolf, por El viajero lento


 Bennett y Woolf

“Martes, 2 de diciembre
  No, no puedo escribir este pasaje tan extremadamente difícil de Las olas esta mañana (aquel en que sus vidas penden iluminadas, con el Palacio al fondo), por culpa de la fiesta de Arnold Bennett y de Ethel. Apenas puedo poner una palabra detrás de otra. Allí estuve dos horas, o al menos eso me pareció, a solas con B., en la pequeña estancia trasera de Ethel. Y tengo el convencimiento de que este encuentro fue preparado de antemano por B., con el fin de “establecer buenas relaciones con la señora Woolf”, cuando bien sabe Dios que me importa un pimiento estar o no estar en buenas relaciones con B.”
 Bueno: así las gastaba la señora Woolf. Cuando escribía esta queja en su diario entraba en el último mes de 1930 y no sabía que al señor Bennett le quedaban apenas tres meses de vida. Para entonces, Arnold Bennett y Virginia Woolf llevaban más de una década enzarzados en un debate en el que se pueden destacar algunas escaramuzas de alta intensidad intelectual.
 El tema del debate era el presente y el futuro del arte de la novela. En realidad, ambos coincidían en una idea esencial: la importancia de la caracterización de los personajes como eje central de cualquier novela digna de consideración. El problema radicaba en definir cómo debía realizarse esa caracterización. Según Woolf, los novelistas eduardianos se centraban en los aspectos externos del personaje y no en la realidad de su mundo interior, que era lo que constituía el personaje mismo. “En sus novelas” – afirma- “se representa cada tipo de pueblo y ciudad e innumerables instituciones, pero en todo ese vasto conglomerado de páginas impresas […] no encontramos un solo hombre o mujer que podamos reconocer.”
 Sin olvidarnos de otros textos menores (críticas, reseñas, entradas en el diario personal de ambos escritores, cartas enviadas a diferentes destinatarios), podemos centrar el meollo de la discusión teórica en dos textos. Por un lado, el ensayo “Is the novel decaying?”, escrito por Arnold Bennett y aparecido en la revista Cassell’s Weekly en marzo de 1923; por otro, la serie de ensayos publicados por V. Woolf bajo el título “Mr. Bennett y Mrs Brown.”
 Podemos considerar “Mr. Bennett and Mrs. Brown” un manifiesto artístico, un manual de teoría narrativa en el que Woolf deja negro sobre blanco sus ideas acerca de lo que debe ser una buena novela; y para lograr este objetivo presenta sus métodos en oposición a los utilizados por la generación precedente, la de los novelistas eduardianos situados entre la edad de oro de la novela victoriana y los nuevos escritores como la propia Woolf (es decir, citando los mismos autores que cita Woolf en su ensayo: Bennett, Galsworthy y Wells.)
 En cuanto a “Is the novel decaying?” se trata de un nuevo episodio en la eterna historia de la muerte de la novela, amenaza que parece haber llenado de oscuros presagios la imaginación de los novelistas desde la aparición misma del género. En el artículo, además de elaborar un listado de los ingredientes necesarios para construir una novela de éxito (otro argumento clásico), Bennet afirma que ningún autor contemporáneo ha desarrollado notable dominio sobre el arte de la novela… ni siquiera alguien con el talento de Virginia Woolf:
“I think that we have today a number of young novelists who display all manner of good qualities—originality of view, ingenuity of presentment, sound commonsense, and even style. But they appear to me to be interested more in details than in the full creation of their individual characters. They are so busy with states of society as to half-forget that any society consists of individuals; and they attach too much weight to cleverness, which is perhaps the lowest of all artistic qualities. I have seldom read a cleverer book than Virginia Woolf's Jacob's Room, a novel which has made a great stir in a small world. It is packed and bursting with originality, and it is exquisitely written. But the characters do not vitally survive in the mind, because the author has been obsessed by details of originality and cleverness. I regard this book as characteristic of the new novelists who have recently gained the attention of the alert and the curious; and I admit that for myself I cannot yet descry any coming big novelists.”
 La actitud de ambos en el debate resulta notablemente distinta: más agresiva la de V. Woolf; distante, a veces con un tono paternalista, la de Bennett. Las actitudes propias del campeón y la aspirante, con toda probabilidad (la historia ha hecho de las suyas para mover el escalafón, situando a Virginia varios escalones por encima del maestro de the Potteries; pero la escalera no para de moverse: ¿cuál será la situación dentro de, digamos, un par de siglos?)
 Veamos, por ejemplo, la reseña de Al faro, escrita por Bennett y publicada en el Evening Standard del 23 de junio de 1927:
“Debo afirmar, a pesar de mis notorias reservas en lo concerniente a Virginia Woolf, que la más original de sus obras es Al faro. De las que conozco, es la mejor de sus novelas. Su caracterización de personajes ha mejorado. Mrs. Ramsay constituye casi una persona al completo. Desafortunadamente, va y se muere, y su muerte parte el libro en dos. […] Mucho he oído acerca de las maravillas del estilo de Mrs. Woolf. A veces descubre un símil realmente brillante. El estilo de sus frases es fastidiosamente monótono, y la distancia entre sujeto y verbo aumenta de manera constante y sostenida…”
 Un cumplido y, después, un azote en el trasero; dejando de lado la mala leche implícita al afirmar que es la mejor de sus novelas “de las que conoce”, como si no las hubiese leído todas…
 Y, sin embargo, sentían aprecio el uno por el otro. “Virginia es una persona que está bien; los otros invitados contenían la respiración para oírnos conversar.”  Bennett escribía esto en su diario después de una cena a la que V. Woolf también había asistido; enterada ésta de los comentarios de Bennett a otros invitados, en el mismo sentido (“Virginia está bien”) respondió con el orgullo de la alumna que recibe la aprobación del maestro: “Haré que graben eso en mi lápida.”
 Pero la mayor prueba de aprecio la escribiría Virginia en una entrada de su Diario, con fecha 28 de marzo de 1931, lamentando la muerte del escritor:
“Arnold Bennett murió anoche; lo cual me ha dejado más triste de lo que hubiera supuesto. Un hombre amable y auténtico; limitado, un tanto torpe en el vivir; con buenas intenciones; grandote; cariñoso; rudo; sabedor de su rudeza; oscuramente desorientado y en busca de otras cosas; atosigado de éxito; herido en sus sentimientos; ávido; de palabra premiosa; intolerablemente prosaico; con cierta dignidad; entregado a la literatura; pero siempre estafado, engañado por el esplendor y por el éxito; aunque ingenuo; un viejo latoso; un egotista; muy a merced de la vida, a pesar de su competencia; una visión de la literatura propia de tendero; aunque dominando sus rudimentos, cubiertos de grasa y de prosperidad y por el deseo de horribles muebles Imperio; con sensibilidad. Cierta capacidad de verdadera comprensión, así como un gigantesco poder de absorción. Estas son las ideas que se me ocurren a arrebatos y sacudidas, mientras esta mañana estoy ahí sentada haciendo periodismo; recuerdo su firme decisión de escribir mil palabras todos los días […] Es extraño observar cuánto lamenta una la desaparición de una persona que causaba la impresión, tal como he dicho, de ser auténtica; que estaba en directo contacto con la vida, por cuanto me trató mal; y casi deseo que pudiera seguir tratándome mal; y yo tratándole mal. Un elemento de la vida –incluso de la mía, tan remota- que nos ha sido arrancado. Esto es lo que más importa.”
 Una (tardía) muestra de cariño y un retrato valioso de nuestro querido Bennett, sin duda.