La historia del hotel Savoy, de la Edad Media hasta la novela de Bennett

Por más que, después de la avalancha de comentarios que trajo consigo la convocatoria de la ABBA 2013 (gracias de nuevo a los entusiastas participantes) este blog había quedado en barbecho, confiamos en que no por ello habrá decaído el interés por Arnold Bennett y su mundo. El letargo estival invita a descubrir nuevas lecturas y, por qué no, a buscar conexiones entre lo que leemos y lo que ya sabíamos. Conexiones a veces insólitas, como la que plantea esta entrada.
 
Se supone que así debió ser el Savoy Palace
Sin duda los que hayan seguido las publicaciones de este blog estarán familiarizados con la querencia de Bennett por el Hotel Savoy londinense. Sabrán también que la huella que dejó nuestro autor en el hotel se traduce aún hoy en una tortilla que lleva su nombre en la carta de su restaurante. Igualmente, no ignorarán que este famoso establecimiento se convirtió -bajo los nombres de Grand Hotel Babylon y de Imperial Palace- en protagonista nada menos que de dos de sus novelas. Lo que posiblemente no sepan es que el Hotel Savoy tiene unos orígenes regios y medievales. Y una interesante conexión francesa y hasta barcelonesa, si me apuran. La pista de esta curiosa genealogía la he encontrado en un fascinante libro de Norman Davies sobre los reinos desaparecidos de Europa, concretamente en el capítulo dedicado al reino de Saboya. Pero no les entretendré explicando los orígenes y avatares de dicho reino, a pesar de su interés.
Nos remontaremos al siglo XIII, cuando una Leonor de Provenza de doce años de edad arribó a las costas inglesas para contraer matrimonio -las alianzas dinásticas así lo requerían- con Enrique III de Inglaterra en 1236. La joven reina, hija de Ramón Berenguer IV, conde de Provenza y de Barcelona, y de Beatriz de Saboya, iba acompañada de un nutrido séquito de nobles, entre los cuales estaba su tío materno, el conde Piero de Saboya. Piero (o Peter, como le llamaban en su nuevo país) consiguió el favor real y Enrique III le nombró conde de Richmond y le otorgó un pedazo de tierra entre el Strand y el Támesis sobre el que el conde edificó un castillo, el Savoy Palace, que sus descendientes convertirían en el más lujoso del reino. Sin embargo, el palacio ardió durante las revueltas campesinas de 1381.
 
 
Más adelante, Enrique VII construiría en esos terrenos un hospital para pobres, el Savoy Hospital, que abrió sus puertas en 1512. El hospital se mantuvo durante dos siglos, pero luego cayó en desuso y sus edificios se usaron para otros propósitos. En 1864, de nuevo, los edificios que ocupaban ese emplazamiento fueron pasto de las llamas, y el solar permaneció vacío hasta que en 1880 el empresario Richard d'Oyly Carte lo adquirió con la intención de construir en él un teatro (el Savoy Theatre) expresamente para representar las populares operetas de Gilbert y Sullivan. Se dice que los beneficios que obtuvo de estas le sirvieron para erigir, en 1889, en un solar contiguo el Hotel Savoy. Carte contrató como director del hotel a un hotelero suizo, César Ritz, quien a su vez trajo consigo a su chef preferido, Auguste Escoffier. Dos nombres que harían historia en los anales de las hostelería y la gastronomía. Los que hayan leído el Gran Hotel Babylon de Bennett reconocerán sin duda, tenuemente disfrazados, a estos dos personajes reales en la novela.

 
  
Y todo deriva, en primera instancia, de un olvidado conde saboyano. Resulta interesante ver cómo, detrás del lujoso hotel que hoy ocupa un lugar privilegiado en la capital británica, se esconden varios siglos de agitada historia.

1 comentario:

  1. Como soy de las que leyó El gran Hotel Babilonia, me alegro de saber un poco más sobre su historia. Por cierto que me sorprendió descubrir que Cherry-Garrad (de quien estoy leyendo El peor viaje del mundo) era si no amigo, si lo fue de Bernard Shaw y su mujer, conocido de Arnold Bennet.

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