El señor Bennett y el lector ideal, por Regreso a Babilonia

El personaje y el tiempo, dos elementos presentes en la narrativa del autor, son los temas clave de este pequeño ensayo que a mí me gusta leer como si fuera una novela.


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- El protagonista

“Usted es justo la clase de hombre que llevo 40 años deseando conocer”. Con esta británica ironía se dirige a mí el Sr. Bennett desde la pagina 35.  Antes de comenzar la lectura de un libro, me gusta abrirlo al azar, es una aproximación intuitiva que siempre me ayuda.

Voy sentada en el vagón de RENFE, de vuelta a casa tras la dura jornada laboral. En la oficina el jefe me ha echado la bronca por no llegar a los objetivos de producción, los compañeros van a lo suyo y cuando llegue a casa tendré que negociar con mi marido a quién le toca hacer la cena. Y aquí me encuentro al bueno de Arnold declarando a los cuatro vientos que está encantado de haberme conocido.

“Con toda vehemencia repito que es a tí, justamente a tí a quien me dirijo”, leo en la página 68, y con idéntica vehemencia acepto yo su amistad y me lanzo de cabeza a la letra impresa y entro en su historia como protagonista. Sé que Virginia Woolf, a quien tengo en un altar, se enfadará conmigo. Ella consideraba a mi recién estrenado amigo como un dinosaurio eduardiano, constructor de personajes planos  y poco creíbles. Lo siento, querida, sabes que te adoro, pero acabo de convertirme en el personaje protagonista de Cómo vivir con veinticuatro horas al día. 


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- El autor 

El autor existe para deconstruir al lector. Los buenos novelistas son seductores que irrumpen en nuestra vida con el mayor descaro. Sobre todo cuando utilizan la segunda persona del singular. Te desafió a que me digas, a bote pronto, a qué dedicas las 8 horas restantes “. Al leer esto he estado a punto de cerrar el libro de un manotazo. “¿Vives o vegetas?”- se atreve a preguntar unas páginas más a delante. Mi autoestima no está para experimentos, pero me hace tanta ilusión  desempeñar el rol de protagonista que le sigo el juego y continúo la lectura.
 
- El tiempo:

El tiempo es una colección de cajitas chinas: Una contiene a la otra; así hasta un número determinado de veces
 

 
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¿Cuántas cajitas habrá en un día?. Borges vería infinitas cajas. Bennett, siempre conciso,  nos viene a decir que el número y el tamaño depende de la habilidad de cada uno de nosotros. Lástima, pero en este punto debo interrumpir la lectura. Las señales acústicas indican que el tren de Cercanías llega a mi estación.

Antes de subir a casa compro el pan y pienso en las rutinas domésticas. Abro la puerta con mi propia llave; mi pareja estará trabajando en el estudio y se enfada si le interrumpo.  Sin embargo hoy sale a recibirme con la sonrisa puesta. Me da un beso, sugiere que tomemos una cerveza, se ofrece a preparar la cena, me doy cuenta de que tenemos unos días de ocio por delante. 

En su mirada, que ha durado tan sólo un instante, acabo de descubrir un día entero, un día mucho más largo que toda mi jornada laboral. Arnold Bennett tenía razón con la metáfora de las cajas chinas: hay otros días, pero están en este. 

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